Caracas, no sé porque, una tristeza me invade. Dejo una ciudad que no conozco, un país que apenas rocé. No dejo allí a ningún amigo, sino muchas promesas de amistades, de aquellas que se comparten con abrazos sin fin, de sueños o deseos. Feliz de estar en el aeropuerto a pesar del calor insoportable, el check-in manual y los cacheos, después de todo suaves. Feliz de dejar este stress permanente, de no saber cuándo será el próximo apagón, o cuando volverá la luz. Feliz del aire condicionado del avión.
Una mujer se desmaya en el corredor. Algunos pasajeros la ayudan, levantan sus piernas. Otros, irritados, piensan que no van a poder huir del país.
Confortablemente instalado, me relajo. Mis audífonos “Bose Noice reduction» en las orejas. De repente, miro la noticia de seguridad “Safe flight” Boeing 737MAX9. Una exaltación, calor, mi estomago se cierra. Una rápida mirada sobre el extremo del ala me confirma el modelo – 737 – el más seguro del mundo – según el proveedor. Fake news, diría no sé quién. ¡Pensaba que todos estaban clavados al suelo!
El avión se dirige hacia la pista… Estadísticamente, si cae, es durante los 6 primeros minutos. Demasiado tarde para levantarme y tomar mi frasco “Rescue”, florales de Bach. Respiración “coherencia cardiaca”, solo me queda eso.
Mambo number five – Lou Bega – fuertísimo en las orejas, casi cierto que me quedan 6 minutos de vida. Mi vida desfila como un relámpago. No, nada de nada, no, no me arrepiento de nada. Amo la vida, no le temo a la muerte. Siento la potencia de los motores cuando el avión despega del suelo. Tina Turner – we don’t need another hero me entra como uñas en las venas – a fondo en los audífonos. Los minutos pasan, hasta 10.000 metros. Estabilización horizontal. Marianne Faithfull – The ballad of Lucy Jordan. No, no hay edad para atravesar Paris en una descapotable, el viento en el pelo.